Charles Fein pasó 18 años esperando su muerte por un crimen que no cometió.

Charles Fein, de 52 años, llevaba 18 encerrado en una prisión estadounidense, haciendo fila en el «corredor de la muerte», como se llama a la lenta espera de los condenados a la pena capital.
Hasta que una prueba de ADN cambió su destino, al aportar evidencia fresca de que era inocente del asesinato que se le imputaba.
Fein fue condenado a muerte en 1984 por violar y ahogar a una niña de 9 años ocurrido en 1982. Desde entonces permanecía encarcelado en un penal de Idaho.
El jueves, dos horas después de que una prueba de ADN confirmara que el vello hallado en el pubis de la víctima no pertenecía al inculpado, un juez ordenó su liberación inmediata.

El hombre, que se volvió profundamente religioso durante su encierro, dijo no sentir rabia contra quienes lo condenaron erróneamente.

«Dios se llevó todo esto lejos», afirmó una vez libre.

Vellos inocentes

De acuerdo a funcionarios de la prisión, los vellos que terminaron por salvarlo fueron en su momento la principal prueba contra Fein.
97 condenados han sido exonerados desde 1973.
 
El jurado la valoró como evidencia, a pesar de que el sospechoso, que siempre se declaró inocente, había superado con éxito su paso por un detector de mentiras.

De acuerdo a cifras del Centro de Información sobre la Pena de Muerte, éste es el ejemplo 97 en que un condenado a la pena máxima es exonerado desde 1973 y el 11 en que el ADN juega un papel clave.

Los convictos no gozan automáticamente del derecho de someterse a exámenes de ADN.

En el caso de Fein, un juez federal tuvo que autorizar el uso de fondos para pruebas forenses.

«Cuando este asunto del ADN comenzó a salir en las noticias, algo me dijo que sería parte de mi historial», aseguró el beneficiado.

Ningún inocente

Un estudio reciente sobre la pena de muerte en EE.UU. indicó que dos tercios de las condenas cambian cuando son apeladas.

ADN, una prueba clave.
 
De los casos en que las cortes ordenan nuevos juicios, un 7% es sobreseído y un 75% confirmado, pero con castigos menores.

A pesar de que se cree que ningún inocente ha sido ejecutado, el número de personas liberadas del «corredor de la muerte» siembra sospechas respecto de la justicia de los veredictos.

La importancia del ADN cobra cada vez más importancia en la lucha que libran muchos de los condenados por revocar sus sentencias.

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