Por Primarosa Chieri
Para La Nación
El comportamiento destructivo de los individuos con personalidad psicopática y antisocial está basado en factores biológicos, psicológicos y sociales.
Quiero, como genetista, destacar particularmente el aspecto biológico de los comportamientos delictivos y su reincidencia porque, a mi manera de ver, allí reside el justificativo de la creación de un banco de datos de ADN de criminales.
Desde un punto de vista evolutivo, el cerebro humano estaría formado por múltiples estructuras (algo así como la superposición de varios cerebros distintos). El cerebro primitivo, tal como el de un reptil, dirige los mecanismos básicos de la reproducción y conservación de la especie. El cerebro de los seres vivos de sangre caliente, los mamíferos superiores y el hombre han adquirido, con el tiempo, módulos cada vez más complejos que dieron lugar a la afectividad, emotividad y conciencia, a partir de la formación de una fina película que recubre nuestro cerebro, llamada corteza cerebral.
En los psicópatas, la química de su cerebro humano, que es en parte producto del accionar génico (heredado), se encuentra alterada, ya que sus genes están alterados. Generalmente, esto se debe a que han heredado los mismos genes mutados de algún ancestro que ha delinquido, matado o violado a sangre fría, como una serpiente.
En estos individuos parecería funcionar, de manera arcaica en su mayor parte, el cerebro de una serpiente.
Los psicópatas, que en general no carecen de inteligencia, pueden, en apariencia, amar y tener compasión, pero finalmente son incapaces de ello; carecen de remordimientos, tienen severos trastornos en el control de sus impulsos, no tienen miedo, no temen al castigo y aparentan modificarse con el aprendizaje, pero, en realidad, no aprenden.
Estos criminales psicópatas no pueden ni deben ser considerados inimputables, pues tienen conciencia de sus acciones y saben lo que la ley y la sociedad dictamina como correcto o incorrecto. Pero no lo vivencian como el resto de las personas, porque su afectividad está alterada.
¿Acaso se puede corregir en el ambiente carcelario toda esta distorsión anatómica y química presente en estos cerebros?
Si el precio para que estos crímenes disminuyan es la pérdida de un poco de privacidad biológica a partir de un banco de ADN identificatorio, personalmente, acepto el desafío.
(#) La autora es miembro de la Sociedad Argentina de Genética Forense (SAGF).
La presente nota fue publicada por La Nación el martes 17 de enero de 2006 – www.lanacion.com